top of page

The (motherfucking) Dating Game

  • Foto del escritor: Eleanor Rigby
    Eleanor Rigby
  • 8 jun 2024
  • 8 Min. de lectura

Nosotros no nos estamos jugando la herencia al trono ni nos vamos a enfrentar a una guerra civil religiosa por nuestras lamentables decisiones políticas. Lo tenemos bastante más fácil para ser valientes y enamorarnos.


Cuando era una adolescente rebelde y asistía a catequesis simplemente para pasar tiempo con mis amigos —de mi crisis espiritual a lo Donatello ya hablaremos otro día—, me encantaba provocar a mis catequistas llevándoles la contraria. Durante una conversación con uno de ellos sobre las creencias religiosas, me dijo: «Todo el mundo tiene fe, aunque solo sea en que mañana saldrá el sol otra vez. Si no la tuvieras, ¿a que no te irías a dormir tan tranquila?».


(Aunque no lo parezca, me encanta que me callen la boca de vez en cuando.)


El caso es que yo, por el bien de mi paz mental, decido tener fe en que todo lo que se dice en TikTok sobre el amor, los roles de género y el juego de citas es una mentira como una catedral.


Sí, he cometido el gravísimo error —solo soy una chica, por favor, tenedme paciencia— de volver a descargarme la app del diablo. Y, por alguna razón, no dejan de salirme hijas e hijos de vecino predicando sobre qué hacer para gustarle a alguien, cómo conseguir que tu pareja se obsesione contigo, etc. Si bien al principio deslizaba a toda velocidad para seguir viendo mis vídeos chorra de rigor y mis entrevistas de Ryan Gosling, acabé quedándome para empaparme de la cultura de citas.


El saber no ocupa lugar, ¿no?


Lo primero de todo es que el mundo, tal y como está, te convence de que NECESITAS haber asimilado los cientos de técnicas manipuladoras para moverte en sociedad. Hasta ahora he oído hablar del care bear method —esfumarte de las redes sociales para que te echen de menos y no les quede otro remedio que escribirte—, el pug method —dar la tabarra con lo que te guste, como, por ejemplo, un tipo de perro, para que inconscientemente el notas se acuerde de ti cuando se tope con uno— y me voy a quedar aquí porque tampoco he prestado tanta atención y, francamente, me horroriza.


Desde luego, esto de etiquetarlo todo va a acabar pasándonos factura (si no lo ha hecho ya).


Más allá de los gurús del amor que dominan la red, tenemos guerras civiles entre las tías chulísimas: unas te dicen que sí, hermana, le gustas aunque pase de ti; otra te suelta que tampoco le importas tanto mientras se contornea las mejillas con un producto de Charlotte Tilbury. También hay hombres susurrándote trucos variopintos para conquistarlos, la inmensa mayoría sosteniendo que son criaturillas la mar de sencillas y con un vestidito veraniego y la más maleducada de las indiferencias los traerás de cabeza.


«No te acuestes con él en la primera cita, sé una mujer de «alto valor»; no le cuentes nada de ti para seguir siendo una Chica Misteriosa; si no paga la cuenta es un rata; si nació bajo el signo de Piscis es prácticamente el diablo; si no te contesta a WhatsApp en cinco segundos le da igual si vives o mueres; a los hombres les gusta que los trates mal; los «apego evitativo» esto, los «apego ansioso» aquello», blablablá.


(Sugerencia: si tiene apego evitativo, dile que vaya a terapia y búscate a otro. Sugerencia número dos: probablemente no tiene apego evitativo y solo está jugando contigo.)


A mí me hacen gracia las generalizaciones astrológicas y los memes como a la que más, pero cuando la peña se lo empieza a creer con verdadero convencimiento, me preocupo. Y ese es el problema, que se está popularizando la idea de que las mujeres son de esta manera, y la que no predique con los valores establecidos, es una pick me. Los hombres, por otro lado, son tan simples que determinadas técnicas de conquista valen tanto para Carlos como para Pepe. Y mirad, llamadme optimista, pero me parece que el género humano es complejo en su definición, sin distinción de género, y ni Carlos ni Pepe quieren lo mismo en su vida.


Es perfectamente plausible que le moles y no te hable. Hay hombres tímidos, ¿sabes? También es plausible que no pare de bombardearte a mensajes y se la sudes una barbaridad. Hay hombres que se aburren y no saben lo que quieren. Asimismo es plausible que le gustes tanto que le dé igual que le ignores, porque hombres persistentes que romantizan a la mujer difícil hay a puñados, y tú aquí confundiéndote con el orden oracional y creyéndote que le interesas porque pasas de él. Luego hay gente muy normal que en cuanto ve que estás aplicando los jueguecitos tiktokeros, decide que te falta una patata para el kilo y se busca una chavala que le conteste los mensajes.


Lógico.


¿Conclusión? No hay nada escrito. Nada. De verdad.


Otra película es la cantidad de esfuerzos que se hacen para conservar el interés de un pibe. Se dice que los hombres te meten en una de «las tres cajas» en cuanto te conocen: en una introducen a las posibles esposas, en otra a las mujeres con las que solo se acostarían, y en la tercera a las que no tocarían ni con un palo. Esta teoría es algo menos reduccionista que la que asegura que un tipo metería la pinga en un agujero, así dicho agujero estuviese en los páramos siberianos, pero me sigue pareciendo profundamente cuadriculada, porque las personas cambian de opinión. (Y, sorpresa: ¡los hombres son personas!).


El resumen de mi queja diaria vendría a ser que no deberíamos comernos la cabeza cuando conocemos a alguien. Es decir: nos la vamos a comer porque son los gajes del oficio, pero, por favor, no hasta el punto de medir lo que hacemos y decimos, llegando a contradecir nuestros deseos o presentarnos como alguien que no somos para... para ¿qué? ¿Para recibir validación externa? ¿En serio queremos que nos quieran porque los hemos manipulado? Yo a veces no entiendo nada. Será porque, como dice una de mis mejores amigas sobre sí misma, «tengo cero game», pero aun así le he gustado y le gusto a hombres aun siendo conscientes de mis defectos.


Porque, ¡sorpresa de nuevo! Algunos hombres, no todos, saben que nosotras también somos personas. (Inserte emoji del pulgar arriba).


Si tuviera que hacer un vídeo sentando cátedra sobre cuestiones amorosas y juegos de citas, para empezar me dejaría de frases espirituales sobre el alma gemela. El alma gemela no existe, existen personas compatibles contigo y personas que no lo son, y las que no lo son no tienen por qué ser descartadas; si os gustáis lo suficiente, podéis limar asperezas. Luego te diría esta verdad como un templo: el amor, el gustar, como lo queráis llamar, es una criatura voluble que, igual que aparece, se pira. Da igual lo que hagas. Puede que siga queriéndote habiéndote comportado como una loca y puede que deje de hacerlo habiendo sido perfecta. Es lo que hay.


No todo lo que he escuchado me ha parecido una estupidez como la copa de un pino, que conste. He oído dos frases interesantes: una la tuiteó una muchacha con una lucidez fascinante: «La única técnica de ligoteo debería ser actuar como una absoluta desquiciada y ver si aun así se queda». ¿No es perfecta? La otra dice que, lo que es para ti, ni aunque te quites, y lo que no es para ti, ni aunque te lo pongas. Me gusta lo que sugiere, pero todavía estoy decidiendo si me lo creo o no. Siempre he pensado que cualquiera es para ti si los dos queréis que sea para ti.


A propósito de esto, el otro día vi el final de La La Land por casualidad y, comentándolo con una persona que me tiene por una romántica incurable, le dije que no me parecía verosímil. La mayor mentira que nos ha vendido el capitalismo es que hay fuerzas más poderosas e importantes que el amor, y esto no es romanticismo, esto es pura humanidad. ¿Qué fuerzas son esas? ¿La familia y los amigos? No se ponderan en la competición, porque eso es amor también y es legítimo que priorices a los unos o a los otros. ¿El trabajo, dices? ¿Me lo cuentas en serio, colega? ¿No puedes montar tu bar de jazz y que la otra sea actriz de éxito y compaginar vuestras carreras?


Se lo dije a mi colega: mira, no me creo las películas románticas que acaban mal. No es que me enfaden, no es que me niegue a verlas, nada. Es que no me las creo a no ser que uno de los dos la palme. No me puedes vender que dos personas se quieren mucho, que el argumento pivote en torno a este amor inmortal, y que luego permitan que el mundo les arruine la relación. Sobre todo en pleno siglo veintiuno. Esto no es como cuando te enamorabas de una persona racializada en los años cincuenta, cuando mataban a los negros por no ceder su asiento en el autobús. Esto no es como cuando te enamorabas de una mujer casada y con hijos que no se podía separar porque no existía el divorcio y, si se fugaba contigo, no volvía a ver a los críos. Y, aun así estos problemas tenían solución. Drástica, pero había solución.


Opino que, si el amor es de verdad, las cosas no se acaban. Solo se acaban si os cansáis de luchar, es decir: si no os queréis tanto.


Y ahora venid y me decís que soy una cursi, pero todas mis reflexiones emergen de un proceso de reflexión objetivo. Decidme también que con esta argumentación caigo en el mismo vicio perverso que los tiktokers, eso de generalizar cuando convendría mirar de cerca el contexto de cada pareja. No me hace falta. Hay gente que lo ha tenido peor que tú, que estás saliendo desde 2018 con tu novio de Cáceres viviendo tú en la Polinesia Francesa y quieres romper «por la distancia». Pues no. Quieres romper porque tampoco lo quieres tanto, muñeca. Sabes que Enrique VIII cortó relaciones con el Papa y la Iglesia católica para casarse con Ana Bolena, ¿verdad? Y otro Enrique más actual, el príncipe, mandó al carajo a la monarquía y a toda su familia para tener dos hijos con Meghan Markle.


¿Esto no le da en qué pensar a la gente? Lo digo totalmente en serio. Nosotros no nos estamos jugando la herencia al trono ni nos vamos a enfrentar a una guerra civil religiosa por nuestras lamentables decisiones políticas. Lo tenemos bastante más fácil para ser valientes y enamorarnos.


Según las películas que se han grabado y los libros que se han escrito sobre la relación entre Ana y Enrique —de los cuales he visto y leído todos, porque esa mujer habría sido mi mejor amiga—, doña Bolena sí empleó trucos de dudosa ortodoxia para postrar al tipo a sus pies. Si me preguntáis a mí, me da la impresión de que le dieron toda la mala fama posible —como a Cleopatra, como a Sissí... como a todas las mujeres poderosas de la historia— y en realidad solo era una tía despampanante y segura de sí misma con papeletas de sobra para conquistar a un rey, a un príncipe y a un mendigo. Tanto ella como Meghan.


Me juego la vida a que enamoraron a los respectivos parientes sin care bear method y sin mi madre en patines. Así que a lo mejor caigo en un topicazo descomunal, pero, chicas, de verdad... Borraos TikTok y sed vosotras mismas.


Y a quien no le guste, pues que no mire. O que mire otra vez, que seguro que no os ha visto bien.

 
 
 

3 Comments


Gigi Ghost
Gigi Ghost
Jun 09, 2024

Eso de hacerse la desquiciada es la mejor idea del mundo, le enseñas tus defectos, como puedes llegar a hacer en tu peor momento, porque el que se quede o es que realmente hay interés o está igual de loco que tú, y loco por loco es igual a felicidad 😂

Like

gracielamelanie772
Jun 08, 2024

Me ha callado la boca con lo de La La Land, y de verdad tengo un versión parecida a la tuya pero siempre me toman como una romántica pero que va, a este punto ni me importa, si se quieren lo suficiente que lo demuestre y harán lo posible por organizar sus vidas juntas ¿No?

Like

lizdiazcleto
Jun 08, 2024

¡Esto es oro! Tuve una realización parecida años atrás cuando leí los libros de “La magia de ser Sofía” de Elísabet Benavent. Si se quiere, se puede, si no se pudo pues no se quería; más nada.

Like

Suscríbete

¡No te pierdas ni una entrada!

Sígueme en redes

  • TikTok
  • Facebook
  • Twitter
  • Pinterest
  • Instagram
  • Negro del icono del Amazonas
  • Negro del icono de Spotify

Todos los derechos reservados © 2023

bottom of page