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La nueva novela romántica

  • Foto del escritor: Eleanor Rigby
    Eleanor Rigby
  • 7 jun 2024
  • 6 Min. de lectura

Me consta que las calles reprochan a los autores que escriban por pasta y no por pasión, pero es que cuando no hay pasta, ¿quién puede permitirse la pasión? La pasión es cara, amigas. Y caprichosa. Uno no puede ponerse exquisito con lo que le apetece o no cuando depende del comprador, y, como todos ya sabemos, el cliente siempre tiene la razón.



No sé si alguien estará al corriente, pero antes de que se me cancelara masivamente por escribir Fuera de mi liga, ya hacía mis pinitos cayéndole mal a la gente por dar mi opinión en Twitter. Ya sabéis... o ya me conocéis. No puedo evitar tener un sentido del humor más oscuro que el sobaco de Usain Bolt y, admitámoslo, aquí el tono del mensaje lo pone la persona que lo lee, no la que lo escribe. Quien se quiera ofender, se va a ofender. Por eso, y permitidme este inciso, le sugiero a quien desee convertirse en un personaje público (o solo evitar problemas con los agentes de la ley del Social Media) que, en la medida de lo posible, ponga ristras de emojis cuando pretenda expresar una idea relativamente problemática y no se moje en los debates cíclicos de la red.


Pero vuelvo a la cuestión principal, y lo hago planteando un acertijo facilísimo para la que se mueva en las esferas del romanticismo literario actual. ¿Qué debate cíclico de la red puede desembocar en una guerra civil entre autoras y lectoras? ¡Exacto! Si la novela romántica en su última definición debe o no debe tener un final feliz.


Considerando el detalle de que me funaron, también os imaginaréis mi posicionamiento al respecto.


Al principio me metía en berenjenales porque era joven, y ya lo dijo Salvador Allende: «Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica». Pero el tiempo no ha suavizado mis tendencias a salirme del molde, o, mejor dicho, a soñar con salir del molde, porque no considero haber roto ningún estereotipo. Es verdad que durante una época estuve, por decirlo de algún modo, cumpliendo mis obligaciones como escritora de romántica, y esto es, ciñéndome a los tópicos de moda y escaletando mis novelas de acuerdo a la estructura clásica.


Ahora se me complica algo más.


Siempre he defendido a capa y espada las virtudes del género, y sabe Dios que mantengo todo lo que he dicho. Pero últimamente, ya sea porque me hallo inmersa en el bloqueo que os mencionaba en previas entradas o por mero agotamiento laboral, me pesa más lo que me disgusta.


Me molesta que una novela no se considere debidamente finiquitada si en el epílogo los personajes no se casan y/o se quedan preñados. Me molesta que mis personajes tengan que pasar juntos el resto de su vida incluso si yo, su autora, no considero que deban hacerlo. Me molestan los dos o tres modelos de protagonista masculino que se ofertan, repetitivos incluso para las lectoras: si a uno le va el sado, va a ser Christian Grey; si uno tiene alas, va a ser Cassian, y así sucesivamente. Me molesta que hayamos interiorizado un tipo de mujer para protagonizar una historia que a menudo reproduce las fantasías masculinas, como en aquel poema de Margaret Atwood: «Eres una mujer que tiene a un hombre dentro mirando a esa mujer». Creedme cuando os digo, y con un espanto que no me cabe en el cuerpo, que el 80% de las novelas describen a veinteañeras con la estatura de una niña, el vello corporal de una niña, la cara de una niña, la actitud de una niña.


Ya es jodido ver a la manic pixie dream girl en el cine creado para hombres; ¿también debe proliferar en la literatura dirigida a un público mayoritariamente femenino?


Me molesta tener que escribir escenas eróticas sí o sí. Me molesta tener que ir al grano sumergiéndome en la cuestión romántica, porque, si no, el libro es demasiado largo, tiene paja, y, tía, qué haces saliéndote del tema, no me interesan otros ámbitos de la vida de la protagonista. Me molesta hacer capítulos cortos, frases cortas, libros cortos, diálogos cortos, descripciones cortas. Como muy bien decía Cristina Morales en Lectura fácil —perdonadme que no tenga a mano la frase concreta—, los seres humanos somos complicados y retorcidos. Escribir como ordena la RAE para transmitir el mensaje claro y limpio que se espera en las indicaciones de un prospecto va contra nuestra naturaleza.


Y, de todos modos, se supone que nos gusta leer, ¿no? No debería reprochársele a ningún novelista que no sepa o no quiera sintetizar.


Eso no por no entrar en las cuestiones ajenas al proceso de escritura. Porque sí, me molesta tener que estar todo el día subiendo historias, publicaciones del feed, tiktoks con audios en tendencia; aprender a programar desde Facebook, pagar Canva, desentrañar los misterios de la publicidad de Amazon.


Se me dirá, y no sin razón: «Nadie te está poniendo una pistola en el cuello para que hagas todo lo que has mencionado que te molesta». No, claro que no. Solo se me corta la fuente de ingresos. Me consta que las calles reprochan a los autores que escriban por pasta y no por pasión, pero es que cuando no hay pasta, ¿quién puede permitirse la pasión? La pasión es cara, amigas. Y caprichosa. Uno no puede ponerse exquisito con lo que le apetece o no cuando depende del comprador, y, como todos ya sabemos, el cliente siempre tiene la razón.


¿Es esto un ataque contra la comunidad? Lo he señalado al principio: al mensaje le pone voz quien lo lee, y si quien lo lee viene con las púas pa fuera, yo poco puedo hacer ahí. Quizá desprenderme de mi ironía, pero es que, con cariño lo digo, como me arrebaten el humor, yo ya me pego un tiro.


Dicho eso, y si se me permite especificar en este pequeño rincón donde gusto de expresarme, considero esta entradilla una elegía a un género que antes era mi refugio y ahora parece una trampa. Es el género más capitalizado de todos, no me cabe la menor duda. El que menos espacio concede a la creatividad, y no lo digo por las tramas recicladas, sino por la alta demanda del mismo tipo de historia. Y, ojo, no estoy nada de acuerdo en que ya está todo inventado. Mi profesor de Economía me lo dijo siendo niña, y lo llevo por bandera: no se trata de inventar, sino de reinventar, y, a veces, la versión remasterizada es mejor que la original —mirad, si no, la canción I'll Never Fall In Love Again. Tom Jones lo hace mejor que Elvis Presley—. Pero si reinventas, si la historia no gira en torno al sexo, si la historia no tiene determinados perfiles de protagonistas al frente, si la historia no acaba bien, si la historia no reproduce cuatro o cinco tópicos con nombre inglés que circulan por TikTok —just one bed, no sé qué—, no vendes. Y no vamos a ignorar que eso es jodidamente importante en esta economía, ¿verdad?


¿Verdad?


Es muy divertido escribir romántica, de verdad. Me lo he pasado en grande durante muchísimos años. No los cambiaría ni por todo el oro del mundo. Pero me siento identificada con un amigo mío que hizo el Camino de Santiago allá por 2017: todos los días se almorzaba un bocata de salchichón. Después de tres semanas comiendo a diario un bocata de salchichón, acabó tan harto que solo de olerlo se pone malo.


Yo no llego a tales extremos, pero se entiende el símil, ¿no?


Como persona nacida bajo el signo Capricornio, por más que entretenga quejarse, siempre busco soluciones. Me parece que en este caso las hay. ¿Que crea en ellas...? Eso es otro tema. Siempre se me ha antojado demencial que una deba moverse de la estantería de romántica a la de ficción general solo porque los protagonistas no han acabado casados. Pero si algo he aprendido de un tiempo a esta parte es que es preferible acatar normas no escritas y ceder que intentar cambiar el mundo editorial.


Total, podría ser peor. Sé que, aunque me ponga intensa, esto no es la cárcel Guantánamo. Lo que pasa es que soy la novia que el día que deje de cantarte las cuarenta será el día que haya dejado de quererte. Soy muy madre con mi pollito. Quiero que mi niña La Romántica alcance el punto álgido de su potencial. Tener que conformarme con su versión estereotípica no me hace ninguna gracia.


Y, coño, si no me río, ¿qué me queda?

 
 
 

4 Comments


Gigi Ghost
Gigi Ghost
Jun 09, 2024

Creo que tus personajes son muy realistas, que no los hagas perfectos, porque el ser humano no es perfecto. Captas la esencia de cada uno, no los juzgas a la hora de escribirlos a pesar de que sean socialmente detestables, porque dónde hay oscuridad también hay luz, y contrariamente. A mí me encantan tus novelas y créeme si no hay humor que le queda a la vida.

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NatyMoreno90
Jun 08, 2024

A mí me encantan tus libros, me encanta que te vayas por las ramas, que los personajes se equivoquen, se enojen, se enreden, que aprendan. Tus personajes y tus historias tienen dimensión, no son caricaturas de las fantasías que tenemos.


Entiendo que lo de la cancelación haya sido un golpe doloroso, pero por favor no cedas, no cambies, los odios como esos generalmente son fugaces.

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laumiguens
Jun 07, 2024

Si hay algo que te caracteriza es que, escribas lo que escribas, tus protagonistas tienen personalidad, estilo, profundidad, igual que las tramas. Y para los que no vivimos de lo que dice tik TOK, ni las redes, ni el marketing berreta imperante,es clave encontrarnos con tus libros!!

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fatimamomoherranz
Jun 06, 2024

Tengo que decir que yo nunca he sido lectora de novela romántica. Y si justamente me he enganchado a tus novelas es porque se salen del tópico. Por la complejidad de sus personajes, por los diálogos tan inteligentes y chispeantes. Porque las mujeres de tus novelas son fuertes y capaces. Porque siempre me sorprenden tus giros argumental es. Le has dado al género romántico una dimension que no tenía. Y si, me gusta el romance y el erotismo, y a veces me apena que mi personaje favorito no acabe bien. Pero mucho más me gusta una historia bien contada. Por favor, sigue siendo tú, cada autor tiene sus lectores y yo me declaró perdidamente enamorada de tus libros.

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