Cinco recomendaciones de septiembre
- Eleanor Rigby
- 8 oct 2023
- 6 Min. de lectura
Desde que me descargué Letterboxd, no he sido la misma persona. Para quien no lo sepa, es una aplicación en la que actualizas y puedes valorar las últimas películas que has visto. Tiene sobre mí la misma influencia quizá negativa, aunque sin duda efectiva, que Goodreads: el hecho de plantearme como un reto leer o, en este caso, ver determinado número de largometrajes al año, me lleva inevitablemente a tomarme la asimilación de la cultura como un desafío y no como un disfrute.
Es una muestra más de la optimización del tiempo libre en el capitalismo, que el filósofo Byung-Chul Han señala en su libro La sociedad del cansancio (Herder, 2010). Pero no hemos venido a ponernos reflexivos, sino a listar las últimas películas que os recomiendo.
Lo más probable es que la mayoría de vosotras hayáis conocido al maravilloso Mads Mikkelsen en sus papeles de villano: borda el rol de caníbal en la serie Hannibal, y ha pasado a la historia como uno de los mejores villanos de la saga 007, cuando interpreta a Le Chiffre en Casino Royale (2006).

En una entrevista, Mads contó que no tenía una preferencia por interpretar a buenos o malos; su truco a la hora de abordar los roles era tener presente que cada personaje ha de tener en sí mismo la energía contraria de la que le define; si va a interpretar a un gran tipo, debe de buscarle un defecto, y si va a interpretar a un mal tipo, ha de localizar algún aspecto agradable en el que reconocerse.
En Jagten o La caza (2012), Mads se pone en la piel de un humilde profesor de parvulario con un hijo adolescente. La vida le cambia de la noche a la mañana, cuando lo acusan injustamente de haber abusado de una de sus pequeñas alumnas. Esta incriminación le perseguirá durante toda la película, y le costará, además de la fe en los demás, unas cuantas amistades y el respeto de su pueblo.
Jagten cuenta con escenas desgarradoras y una actuación magistral por parte de todo su elenco, incluida Annika Wedderkopp, que entonces solo tenía ocho años (otro fenómeno infantil, como Dakota Fanning o Saoirse Ronan). La recomiendo para ver la otra cara de la moneda, que, aunque se da en menor medida, también afecta a la sociedad; la de las vidas inocentes que sí son truncadas tras las denuncias falsas.
Si os gustara el trabajo del director, tiene una película más reciente, disponible en Filmin y protagonizada también por Mads, que recomiendo encarecidamente: Druk u Otra ronda (2020). Thomas Vinterberg tiene un don para las escenas finales, que, además de ser legendarias, laten en uno durante mucho tiempo después.
No sé si lo sabéis, pero entre los años 1934 y 1968, estuvo en vigor el Motion Picture Production Code, más conocido como código Hays. Refiere a una especie de tratado cinematográfico que obligaba a las producciones norteamericanas a censurar determinado contenido. Directores como Richard Brooks decidieron confiar en la interpretación del espectador para contar, sin llegar a utilizar las palabras mágicas —y prohibidas—, la historia del personaje de Brick: un homosexual reprimido y atormentado por la muerte de quien fue su amado compañero de fútbol, amigo y quién sabe si algo más. Se materializa en La gata sobre el tejado de zinc (1958), uno de los mejores títulos de la historia, si me preguntáis a mí.

De la unión de dos grandes leyendas del cine como solo pudieron serlo Elizabeth Taylor y Paul Newman, salió esta película icónica en la que se debaten todos los temas tabú con una sabiduría y delicadeza a veces conmovedora: la insatisfacción de la mujer en el lecho conyugal, la homosexualidad, la muerte, las envidias que envenenan, las reyertas intrafamiliares por quién tomará posesión de la herencia... Destacaría, además de la belleza de nuestros protagonistas, las escenas en las que el personaje de Brick y su padre moribundo se reconcilian y entablan conversaciones sobre el pasado, la vida, el dolor y lo que cabe esperar del matrimonio. A ratos, estas reflexiones serán agridulces, pero no por ello menos impactantes.
A pesar de rodarse en un mismo escenario —la casa familiar—, la película logra un dinamismo que te mantiene pegado a la pantalla. Como curiosidad, pretendieron rodarla en blanco y negro, pero los ojos «violetas» de Elizabeth Taylor les hicieron cambiar de opinión. También se dice que la actriz dotó al personaje de Maggie de una fuerza desgarradora aprovechando los sentimientos del momento personal que estaba viviendo: su tumultuoso romance con Richard Burton, con quien aparece en Cleopatra (1963), estaba por aquel entonces en boca de todos. Y lo estuvo largo tiempo más, porque había tela para cortar.
Si os consideráis cinéfilas y dudáis entre pagar HBO, Netflix o cualquier otra plataforma de visionado, yo os recomendaría decantaros por Filmin. Tiene joyas no tan conocidas como Frantz (2016), una película ambientada en una pequeña ciudad alemana justo después de la Primera Guerra Mundial. Tengo entendido que es una versión de la película estadounidense Broken Lullaby (1932).

La acción se centra en Anna, una joven que vive con sus suegros después de perder al que fuera su prometido en la batalla. Su vida es una sucesión de rutinas que la mantienen distraída hasta que un personaje misterioso, amigo del difunto, coincide con ella en el cementerio. A raíz de este encontronazo, su vida y la de los padres del fallecido cambiará. Quizá no para mejor.
Los diálogos, las referencias, los planos, la música clásica y la forma en la que se juega con el blanco y negro y el color para transmitir emociones y dar saltos en el tiempo ha sido de lo mejor con lo que me he topado en muchísimo tiempo. La elección de los actores es magnánima. Solo la belleza etérea de Paula Beer transmite la fragilidad de su personaje, y a través de Pierre Niney se visibiliza un tema que yo, por lo menos, no me había planteado hasta esta película: el odio entre los civiles alemanes y franceses aun después del alto el fuego. Es verdad que algunos giros de guion se pueden ver venir, pero en mi caso, pensé que la trama tomaría caminos muy distintos a aquel con el que finalmente nos sorprende.
Me puedo imaginar por qué esta obra belga recibió una nominación de La Academia, más allá de su calidad innegable: porque romantiza el americanismo, entendiéndose esto como la cultura estadounidense. Es un detalle que me gustaría destacar para todas aquellas a las que les guste descubrir música nueva. Yo ya estaba encantada con el blues y el country, pero Alabama Monroe, como también se titula esta película, me enseñó el bluegrass. Desde entonces estoy pegada a esta playlist de Spotify.

En The Broken Circle Breakdown (2012), la música es contexto y también alivio psicológico, uno muy necesario mientras dura la descorazonadora historia de una pareja cuyo amor y confianza se ven puestos a prueba con el nacimiento de su primera y única hija.
Aunque la estética y la banda sonora tienen mucho protagonismo, diría que es una obra de personajes. Personajes diferentes que se encuentran por casualidad y, a partir de ahí, ya no quieren separarse. Veerle Baetens está increíble en su rol de «Alabama», porque podemos verla en todos los ámbitos de su vida: su faceta artística de tatuadora, su faceta vitalista de mujer valiente y lista para todo, su faceta de mamá leona, su faceta de cantante... Es toda una artista, una personalidad envolvente que su coprotagonista complementa con su dolor silente y su escepticismo.
A pesar de que la película, conforme avanza, va adquiriendo un cariz cada vez más amargo, en mi opinión termina dándote un abrazo muy fuerte.
No recomiendo verla a no ser que uno busque desahogo o experimentar sensaciones poderosas.
Por acabar con una novedad que, juzgando por la reacción del espectador en el cine, entra en la categoría de divertida, tenemos Passages (2023), la última obra de Ira Sachs. Según sé, el director genera sentimientos encontrados; yo me decidí a ir a verla porque sabía que Ben Whishaw estaría estupendo, y no me equivocaba.

Franz Rogowski encarna a uno de esos personajes despreciables que, no sabes muy bien por qué, no terminan de causarte antipatía. Quizá sea por el pretty privilege —la encargada de vestuario sabía lo que hacía al vestirlo de determinada manera—, porque no hay forma humana de tomarse en serio sus terribles determinaciones, o porque hay escenas en las que raya lo bizarro y acabas riéndote más con él que con nadie, pero esa es la dura verdad.
Aunque nuestro protagonista, Tomas, decide abandonar de un día para otro a su marido para probar una relación heterosexual, y aunque tras esto no hace sino desencadenar una serie de catastróficas desdichas (para otros, que no para él), nos sorprendemos siguiendo su recorrido espiritual con los ojos muy abiertos y una mezcla de consternación y morbosidad que te saca del cine sintiéndote confuso. Pero es una confusión positiva, porque el guion está escrito de tal modo que no te cabe la menor duda de quién es la víctima.
En Passages, los protagonistas son los celos, la posesividad, el «quiero lo que no tengo», la pasión... y el narcisismo puro, porque si aún tenías alguna duda sobre lo que era una persona tóxica, esta película te las resolverá todas. Brillante.
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